El poder de las palabras by Mariano Sigman

El poder de las palabras by Mariano Sigman

autor:Mariano Sigman [Sigman, Mariano]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Autoayuda
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-15T00:00:00+00:00


Esto que ocurre con los fonemas sucede también con todo el pensamiento, incluso en aquellos rincones de la percepción que parecen menos proclives a etiquetarse con palabras, como el mundo en apariencia tan indescifrable de los olores.

Frutado y almendrado

Caminamos por ahí. Un aroma inesperado nos atraviesa como un rayo y súbitamente nos transporta a la infancia. Atrapados en el torrente de evocaciones inclasificables, nos pasa algo tan increíble como inexplicable, similar a lo que ocurría con la magdalena de Proust, que era capaz de desencadenar de manera abrupta e inconsciente un torrente de recuerdos sepultados durante años.

El olfato parece uno de los mejores ejemplos de experiencia mental sin palabras. Por eso, en su oda a la racionalidad, Kant lo consideró el más prescindible de los sentidos. Decía el filósofo alemán que los olores solo se pueden describir por referencias a otros dominios. Así, las palabras que designan olores en prácticamente todas las lenguas del mundo occidental suelen referirse a las sustancias de los que emanan, como el olor a vainilla o a café. Esta asignación tiene un problema evidente: la mayoría de los olores resultan de múltiples combinaciones de materiales y no pueden describirse algebraicamente como ponderaciones de sus componentes. La nota de cata de un vino puede decir, por ejemplo, que «en la nariz encontramos tipicidad varietal con notas de pimiento, mermelada y un final amaderado». Pero los aromas que pueblan nuestra experiencia forman parte de una orquesta más compleja e indivisible: mezclas del olor de fábricas, humo, gente, árboles, lluvia y tierra. El mundo de los olores, salvo en casos excepcionales, es irreductible.[26]

Esta conclusión es un lugar común. Forma parte de la intuición, del discurso filosófico y científico. El problema es que deriva de una muestra muy poco representativa de la humanidad: individuos occidentales, educados, industrializados, ricos y democráticos; lo que Joseph Heinrich, Steven Heine y Ara Norenzayan denominaron, en un juego de palabras, «la gente más extraña del mundo» debido a que la combinación de las siglas de esos adjetivos en inglés forma la palabra weird, que quiere decir «extraño, atípico». Pero el mundo es ancho y está lejos de agotarse en el conjunto weird; una larga lista de estudios antropológicos ha identificado culturas cuyos lenguajes son ricos en vocablos para describir los olores.

En la última década, Asifa Majid, una lingüista y psicóloga de la Universidad de York, se dedicó a derribar el mito del divorcio entre el olfato y el lenguaje, construido sobre la observación parcial de las sociedades occidentales. En uno de sus trabajos pioneros, estudió el lenguaje de los Maniq, una pequeñísima población de cazadores-recolectores nómadas en el sur de Tailandia. El lenguaje de los Maniq, como el de muchas otras culturas, tiene cerca de quince palabras que se refieren a olores. Esas palabras no tienen ninguna correspondencia con materiales o con otros sentidos. Son, por el contrario, términos específicos y abstractos que describen exclusivamente el universo olfativo.

Los objetos que se asocian a una palabra olfativa de la cultura Maniq tienen poca correspondencia con lo que ocurre en culturas occidentales.



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